Tangos para Sonja

La historia de Gardemann con el tango empezó así:

"Un amigo tenía una nueva novia que sabía bailar Tango muy bien. Así que él también quería aprender eso. Pero no tenía ganas de tomar una clase de baile sin conocer a nadie. Por lo tanto me preguntó si yo también quería aprender a bailar Tango. Yo estuve de acuerdo. 

Sin embargo, después de dos semanas mi amigo dejó de bailar. Pero yo mismo había descubierto mi pasión por el Tango y así asistí a muchos cursos más."

Pero eso no es todo. El Tango finalmente llevó a Gardemann a volver a componer. Después de sus estudios él destruyó todo lo que había compuesto hasta ese momento. Realmente no coincidían con su propio estilo y por eso las obras de la época estudiantil eran buenas, pero para él no se sentían "auténticas".

Durante años no había escrito ni una nota, pero luego vino el Tango. Ahora que había encontrado su estilo, su primera obra fueron los "Tangos de Amistad" para piano a cuatro manos.  Después de eso siguieron algunas composiciones para misas. Pero incluso estas siempre terminaban con un Tango que era tocado por la orquesta al final del servicio. Con los "Tangos para Sonja" Gardemann toma un camino muy íntimo en su obra. Porque estos Tangos no son para orquesta o para varios instrumentistas. Son un vistazo a un mundo emocional sin palabras. Un vistazo que toca al oyente en el fondo de su alma, de manera sola y solitaria. Una parte interna a la que la mente racional es negada el acceso. 

Y sin embargo, estas seis piezas hacen declaraciones claras de la existencia del "yo" perceptible e inconfundible.